CELEBRACIONES


03. CELEBRACION COMUNITARIA DE LA PENITENCIA CUARESMA









VIA CRUCIS 2013. Teodor Suau 









CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA PENITENCIA. AGENTES DE PASTORAL

VIACRUCIS2

VIACRUCIS1


1ª. CELEBRACION COMUNITARIA DE LA PENITENCIA PARA CUARESMA



CELEBRACION DE LA VIGILIA DE LA INMACULADA. FEDERICO ALMENARA 

2. CELEBRACION PENITENCIAL DE ADVIENTO. FEDERICO ALMENARA

1. CELEBRACION COMUNITARIA DE LA PENITENCIA (adviento)FEDERICO ALMENARA



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VIACRUCIS MARIA. DIA 24 DE FEBREO DEL 2012
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CELEBRACIÓN DE LA VIGILIA DE LA INMACULADA
Teresa Calvo Villacampo, Escolapia


LA TARDE DEL CENACULO

1. INTRODUCCION

Jesús como buen judío celebra la Pascua según el mandato de Moisés. Esta Pascua se celebra en el mes del Nisán. Por la tarde se inmolan los corderos en el atrio del templo. La sangre era derramada por los sacerdotes junto al altar de los holocaustos. El cordero era asado en casa e inmediatamente comenzaba el banquete.

En primer lugar se mezclaba la primera copa de vino y agua, se traía pan ácimo, las hierbas, la salsa y el cordero. Luego se mezclaba la segunda copa. Entonces el cabeza de familia expresaba el significado de la fiesta. A continuación se comían el cordero.

La Pascua judía era un recuerdo del Paso de todo el pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto a la libertad de la Tierra Prometida. Pascua significa paso. Moisés mandó que se recordara este Hecho importantísimo para la historia del Pueblo de Dios.

Jesús celebra la Pascua, pero le va a dar un nuevo significado. Será su Paso de la muerte a la vida, el Paso al nuevo Pueblo de Dios: la Iglesia. No será ya recuerdo de lo antíguo sino sacrificio de su Cuerpo, será la Redención del hombre.

Lo que ocurre en el Cenáculo de Jerusalén es el resumen de toda la vida de Jesús de Nazaret. Aquí hay una prodigalidad infinita de amor hacia todos los hombres. Jesús abre su corazón «ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros” (Lc 22, 14). Esperaba este día con impaciencia y ansiedad, lo rodea de una ternura extraordinaria, aquí abre su alma, deja su huella imborrable en la historia del mundo. Aquí Jesús nos enseña hasta donde ha de llegar el amor, cuando es verdadero y auténtico. El Cenáculo es la locura del amor de Cristo.

¿Qué ocurre aquella tarde en el Cenáculo? ¿Cómo lo han visto los evangelistas?
San Juan, el apóstol más joven de Jesús, estaba presente. Así nos lo cuenta:
«Era antes de la Pascua. Sabía Jesús que había llegado para Él la Hora de pasar de este mundo al Padre; había amado a los suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo. Estaban cenando. El diablo le había metido ya en la cabeza a Judas, hijo de Simón Iscariote, entregar a Jesús. Jesús, sabiendo que el Padre le había puesto todo en su mano y sabiendo que había venido de Dios ya Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ciñó una toalla; echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que llevaba ceñida. Al llegar a Simón Pedro éste le dijo: ¡Señor! ¿tú lavarme los pies a mí? Jesús le replicó: Lo que yo estoy haciendo no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde. Replicó Pedro: ¿lavarme tú los pies? Jamás. Jesús le contestó: Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, también la cabeza» (13, 1-10).

Los otros evangelistas lo ven así:
«Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición y lo partió; luego dio a los discípulos, diciendo: Tomad y comed todos de él, porque ésto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros. y tomando el cáliz, pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo: Tomad y bebed todos de él, este es el cáliz de mi Sangre, la sangre de la alianza que se derrama por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados» (Mt 26, 26-29).
jMisterio de fe!
jMisterio de amor!
¿Qué es la Eucaristía?
San Pablo en su primera carta a los corintios ya nos habla de una Tradición recibida del Señor y que él también transmite:
«Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros; haced ésto en memoria mía». Del mismo modo tomando también el cáliz después de cenar, dijo: «Este cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre. Cuantas veces lo bebiéreis hacedlo en memoria mía» (11, 23-25).

La Eucaristía es el acto salvífico realizado por el Hombre-Jesucristo y con este acto regala a la Iglesia el manantial de la gracia, que ella distribuirá por medio de sus acciones sacramentales.

La Eucaristía es para todos nosotros la fiesta del encuentro con Cristo; difícilmente uno se puede encontrar con Él sin la celebración gozosa de la fe. Es verdadero encuentro, como veremos más adelante, encuentro por el cual nuestro corazón se llena de fuerza, de energía, de valor, de gracia y de ilusión.


Al principio era así
El primer formulario eucarístico no escriturístico que encontramos es el texto de la Didajé. Escrito muy antiguo que recoge una serie de instrucciones y usos de la Iglesia primitiva en lo que respecta a obligaciones morales más importantes, enseñanzas litúrgicas y normas disciplinares para regular el orden de la comunidad. Tuvo gran influencia en la antigüedad. Un modo tan penetrado de caracteres judíos que se ha podido pensar que se trata de fragmentos de la piedad eucarística de la Iglesia Madre de Jerusalén.

La Didajé habla de la Eucaristía en dos lugares: en los capítulos 9-10 y en el 14. Desde un punto de vista dogmático, este último tiene extraordinario interés: «El día del Señor, estando reunidos, partid el pan y pronunciad la Acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea limpio. Pero el que tiene alguna rencilla con su compañero, no se una a vuestra asamblea sin antes reconciliarse con él a fin de que vuestro sacrificio no quede manchado.»

La fórmula más antigua es la que nos ha transmitido la Traditio apostolica comúnmente atribuida a San Hipólito. Su fecha de composición se suele fijar hacia el año 215, pero refleja, sin duda, tradiciones en uso en el siglo I.
A través de este examen de las anáforas resulta un dato teológico importante: la Eucaristía es memorial de la obra redentora; la pasión y muerte junto con la Resurrección y Ascensión, es decir, el misterio pascual, constituyen el núcleo de esta obra salvadora que la Eucaristía no solamente evoca sino hace presente; este memorial del sacrificio de Cristo constituye a su vez el sacrificio de la Iglesia, que ella ofrece al Padre

Hay que citar también además de la Didajé, dentro de los Padres apostólicos a san Ignacio de Antioquía. La doctrina de este gran obispo es de una riqueza sorprendente. Sus siete cartas escritas hacia el año 110, están penetradas por una preocupación predominante: la unidad de la Iglesia, como expresión de la unidad con Cristo y con Dios. En relación con esta idea la Eucaristía se muestra ante todo como centro de la unidad. «Sed solícitos en participar de una sóla Eucaristía; pues una es la carne de nuestro Señor Jesucristo, y uno es el cáliz para la unión con su sangre» (Ad Phil. 4). «La Eucaristía no es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, sino remedio para vivir en Jesucristo para siempre» (Ad Phil. 90). «Se mantíenen alejados de la Eucaristía y de la oración, por no confesar que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que el Padre en su bondad ha resuci- tado» (Ad Smyrn. 7).
San Ignacio afirma claramente la presencia real de Cristo y la relación de la Eucaristía con el sacrificio de la Cruz.

Los apologistas y padres del siglo IV

Encontramos un testímonio precioso del año 150 sobre la celebración de la Eucaristía, escrito por san Justíno y dirigida a Antonino Pío ya su hijo Marco Aurelio:
«Participan en la celebración de la Eucarístía los bautizados que confesaron la fe y aceptaron la doctrina y además viven como Cristo mandó. Se reúnen los de la ciudad y los del campo, los domingos, el día llamado del sol. Se leen las Escrituras de los Profetas y de los Apóstoles. Después cuando ha terminado el lector, el que preside toma la palabra para amonestar y exhortar a la imitación de cosas tan insignes. Después nos levantamos todos a la vez y elevamos nuestras preces por la Iglesia y por el mundo. Nos damos el beso de la paz. Son presentadas las ofrendas de pan, vino yagua al presidente y el celebrante dice  la oración consecratoria a la que el pueblo responde «Amén» y después los diáconos distribuyen los dones consagrados entre los presentes y se lleva también a los ausentes. Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía. Estas cosas no las tomamos como alimento corriente ni bebida ordinaria, sino que así como el Verbo tuvo verdadera carne, así por la palabra de oración que procede de Cristo, este alimento eucaristizado es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó».

También en Tertuliano: La Eucaristía procura la resurrección y alimenta el alma. En Tertuliano encontramos las más antiguas alusiones a la reserva eucarística.
Si tuviéramos que resumir el pensamiento de los Padres de los tres primeros siglos, diríamos que atestiguan claramente la fe de la Iglesia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, en el carácter de sacrificio de la misma, y en su valor como memorial objetivo y eficaz de las acciones salvíficas de Cristo.


San Atanasio dice: «Una vez terminadas las grandes y admirables preces entonces el pan se hace cuerpo y el cáliz sangre de Nuestro Señor Jesucristo».

San Juan Crisóstomo: «Esto que hay en el cáliz es aquello que manó del costado, y de ello somos participantes.»

«No nos concedió solamente el verle, sino tocarle también, y comerle, e hincar los dientes en su carne y unirnos a Él de la manera más íntima». Por supuesto que se trata de un lenguaje poco preciso, exageradamente realista, puesto que el comulgante no hinca los dientes en la carne de Cristo, sino en los accidentes de pan y de vino

De entre los Padres latinos, fijémonos en san Agustín, que aunque pertecene al siglo V, lo unimos al bloque de Santos Padres del siglo IV.

Para san Agustín: «No dudó el Señor de decir: Este es mi cuerpo dándonos la señal de su cuerpo», o esta otra: «Encomendó y entregó a sus discípulos la figura de su cuerpo y sangre.»
No es dificil encontrar textos de san Agustín que manifiestan su sentido realista de la Eucaristía. Es clásico el comentario que hace al versículo 5 del salmo 98: «Y adorad al escabel de sus pies, porque es santo», según Isaías, el escabel de los pies de Dios es la tierra; pero, ¿cómo puedo ado- rar la tierra si también está dicho que adorarás sólo al Señor tu Dios? , se pregunta san Agustín. y en esta fluctuación se vuelve a Cristo porque en Él se puede adorar la tierra sin impiedad: «Porque tomó de la tierra, tierra; porque la carne es de la tierra y de la carne de María tomó carne. y porque en esa misma carne anduvo aquí abajo, y esa misma carne nos dio a comer para la salvación, y ninguno come esa carne sin que antes la adore, se ha encontrado el modo como se adore este escabel de los pies del Señor, y no sólo no pequeños adorando, sino que pequemos no adorando.»

II. LA EUCARISTIA, SACRIFICIO D E LA NUEVA ALIANZA

La celebración de sacrificios está íntimamente ligado al hombre. El sacrificio religioso comporta una realidad interior, la entrega profunda del hombre a Dios, y una manifestación exterior, la entrega a Dios de lo que se posee; sabemos que implica una separación ya la vez una donación; lo ofrecido a Dios es segregado del uso profano; de ahí el nombre de sacrum facere, o sacralización de una realidad terrena, de donde viene sacrificio, palabra de origen latino. Este don es ofrecido por una consagración.

La fe en la presencia real del Señor atestiguada por los textos bíblicos está confirmada también por toda la tradición de la Iglesia,
Nos lo cuenta san Juan en su Evangelio, en el capítulo 6.

«Yo soy el Pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron.
Este es el Pan que baja del cielo para que lo coman y no mueran.

Yo soy el Pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá

para siempre; y el Pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis , su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre,
también el que coma, vivirá por mí.»
El punto central se encuentra en el afirmación, repetidas varias veces y de diversas maneras: el don de sí mismo. La identificación del Pan de vida en su cuerpo, su presencia en el Pan que proporciona la resurrección y da la comunicación plena con Cristo; vivir en Él y Cristo en aquel que le come. El Señor se da por medio del sacramento de la Eucaristía.
Este Pan contiene su propia entrega, una entrega de amor a los hombres que les llena de vida, porque es un Pan de vida, engendra y da vida, no perecedera, sino eterna, una vida para siempre, la plenitud. Aquí aparece el hombre Dios Jesús como un verdadero derroche de amor y de vida.


La Eucaristía, banquete del Reino

El tema del banquete está cargado de resonancias bíblicas. Por otra parte es un gesto humano lleno de significado; se come para satisfacer una necesidad biológica; y no solamente eso, la comida es un gesto de fraternidad. Comer juntos ha sido siempre un signo de amistad entre los hombres. Los hombres de todos los tiempos han recurrido a las comidas para expresar y estrechar la unión entre ellos y también para celebrar algunos acontecimientos especialmente importantes en la vida de una comunidad o familia.

Los israelitas no fueron una excepción a esa práctica común. Moisés les manda celebrar la Pascua, el recuerdo del Paso a la libertad y celebrarlo con un banquete, con una comida que sigue al sacrificio y toda la familia reunida reza, alaba y canta a Dios poderoso y sabio. La comida para el banquete sacrifical se tomaba ordinariamente de la
carne de los animales sacrificados. Pero se conoce también formas más sencillas en las que se ofrecía comida, sobre todo pan y vino; el representante de Dios los aceptaba y luego los devolvía a los oferentes, que comían de ellos como de un don, regalo de Dios y de esa forma expresaban su comunión con Él.

En el Evangelio las comidas de Cristo tienen un profundo significado. Los fariseos le acusan varias veces de que come con pecadores y publicanos, y como respuesta Jesús dice que ha venido a llamar a los pecadores. Varias parábolas de Jesús hablan del banquete de bodas. Y el discurso del pan de vida, del que ya hemos hablado, versa sobre todo acerca del alimento que perdura hasta la vida eterna, el pan bajado del cielo para que quien lo coma no muera, el pan que es la carne de Jesús para la vida del mundo: «mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.» Cristo quiere que se le coma, se le reciba, es la condición para morar juntos y sobre todo la prenda de la resurrección futura «si no coméis mi carne no tendréis vida en vosotros.» Él es Pan de vida, pan que da vida abundante y con ella, la salvación, la gracia, la entrada a
la eternidad.

La palabra comunión designa en san Pablo esta recepción del «pan, que partimos» y del «cáliz de bendición»; es una comunión con el cuerpo de Cristo y con su sangre y en esta comunión de todos los que participan en el banquete nos unimos a Cristo, cabeza de la Iglesia y único sacerdote de la nueva alianza.

La Eucaristía es un sacrificio en forma de banquete y es un convite sacrificial, de manera que se renueva el sacrificio de Cristo en la Cruz, se actualiza.

Cristo retuvo de los ritos de la Cena pascual los dos más sobresalientes: la fracción del pan, que era el principio de la comida y la bendición de la copa, que era el fin de la comida.
Estas dos acciones, pues, pueden considerar- se como una comida simplificada, estilizada y ritual que conserva, sin embargo, toda la realidad y simplificación de una comida verdadera.
Pero Cristo no quiso solamente que el pan y el vino nos alimentaran y nos dieran vida, al pan y al vino eucaristizados les dio un nuevo significado: su muerte, principio de su resurrección. Así, al comer estos elementos eucaristizados, quiere decir algo nuevo: comulgar con la muerte del Señor como principio de una vida nueva. El pan y el vino eucarísticos son desde ahora los signos de la comida espiritual, de la nueva familia de Dios.

La Eucaristía como comida abarca muchos elementos: la mesa, los invitados, los alimentos, pan y vino, la bendición de la mesa, la comunión del pan y del vino eucarísticos. Tiene gran importancia la bendición de la mesa, ya que gracias a ella se hace presente el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento de la familia de Dios ; y por otra parte, toda la celebración eucarística -y no sólo la comunión -tiene forma de comida y lo es en verdad.
Sería muy provechoso que viéramos ahora la Eucarístia como cumbre de un proceso evolutivo que arranca desde las más primitivas instituciones de Israel y que pasando por la historia de las intervenciones de Dios en la historia de salvación y por las palabras que van acompañando el ritmo de estas instituciones, abocan a la Eucaristía de Jesús. En ella hallan su cumplimiento.
Veamos en primer lugar el sacrificio de alianza -de comunión, de paz, llamado Selaiym -.Es el más primitivo y comprende también el sacrificio pascual, del que nacerá la Eucaristía de Jesús. Veamos las partes y el lugar privilegiado que en él tenía el banquete sagrado:
1 .Inmolación de la víctima y rito de sangre. La víctima se desangraba y su sangre derramada al pie del altar era un obsequio a Dios, Señor de la vida y para significar la unión de los oferentes con Dios: como si fueran consanguíneos Dios y los oferentes.
2. Distribución del animal en partes: la sangre y las partes grasas eran ofrecidas a Dios. El pecho y la pata derecha correspondían al sacerdote. Lo restante era de los oferentes.
3. El oferente comía el resto de la víctima junto con sus familiares e invitando en un clima de amistad y alegría familiar.

Se trata, pues, de un convite o comida sagrada, precedida de una inmolación y de un rito de sangre. y su significado es claro: el sacrificio de comunión es un sacrificio ofrecido a Dios para establecer o asegurar las relaciones favorables entre los fieles y Dios. El banquete tiene en él una gran importancia y consiste en una comida santa, por tanto, en un comulgar con Dios, en un comer en la presencia de Dios, que invita al hombre a su íntima amistad. El banquete es signo de la comunidad más estrecha e íntima.
Dios nuestro Señor se presenta ofreciendo a los suyos, en señal de amistad un banquete, así lo vemos en distintos pasajes de la Sagrada Escritura.
Un documento precioso lo tenemos en el salmo 22, el Señor es mi Pastor. En él, Dios se presenta como buen pastor que invita al fiel a su mesa, le prepara un banquete y le pone delante una copa de vino:
El Señor es mi pastor nada me falta
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparan una mesa ante mí enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Jesús también se presenta como el Buen Pastor que siente compasión de la gente «porque andan como ovejas sin pastor» y les multiplica los panes y los peces (Mc 6, 34-44).
Dios a través de la historia sagrada muestra su fuerza principalmente en los momentos de flaqueza del hombre. Entre estas intervenciones de Dios, Él mismo da comida a su pueblo. Es el caso de los profetas: Moisés que da el maná y las codornices al pueblo de Israel hambriento en el desierto -(Ex 16). Elías hace que no acaben nunca la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, y él mismo es reconfortado por el pan y el agua que Dios le ofrece para que continúe caminando hasta el monte de Dios - (1 Reyes 11-17). Finalmente Eliseo consigue multiplicar los panes por su intercesión...
Jesús aparece también en el Evangelio como el nuevo Moisés y Elías que continúa la tradición de estos profetas. En Él, Dios irrumpe en la humanidad con una fuerza superior.

A través de Jesucristo, Dios Padre nos da una comida y un banquete definitivo: la Eucaristía. Las diversas multiplicaciones de los panes, se narran en los evangelios de forma parecida a la institución de la Eucaristía. Así aparece claro que, para los evangelistas, la multiplicación de los panes es un ejemplo de la Eucaristía.

Los evangelistas interpretan la Eucaristía como banquete comunitario.
Muchas páginas proféticas, al hablar de los tiempos del Mesías, hablan de un festín. Así lo ven los profetas cuando quieren presentar esos tiempos felices y hermosos, que serán como un banquete mesiánico, este fragmento precioso es de Isaías:
«Yahveh de los ejércitos preparará sobre estas montañas para todos los pueblos un festín de carnes suculentas, de vinos generosos, de manjares grasos y tiernos y destruirá la muerte para siempre» (25, 6).
El mismo Jesús usa la imagen del banquete para describir el Reino de Dios. El Reino de Dios es el verdadero banquete por el que suspiraron los profetas.
La Eucaristía es un banquete pascual en el cual se come a Cristo. Él dijo en la Últíma Cena: « Tomad y comed, ésto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros» (Mt 26, 27). Banquete en el cual el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura.



                                                                                           Federico Almenara Ramírez

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